Tener un negocio de cualquier índole es como ir en un barco. Para que este se mantenga a flote y pueda llevarnos a nuestro destino de forma óptima contamos con dos factores principales: la calidad de nuestra nave y la marea.
Dentro de esta metáfora, la calidad de nuestro bote determinará cuánta resistencia tendremos ante una marea tranquila y ante una verdadera tempestad.
Cuando navegamos en las aguas del mercado, con el tiempo, queramos o no, escuchamos de la recesión y del cuidado que debemos tener para que esta no nos afecte y hunda nuestro preciado barco.
Hablamos de poca actividad económica que disminuye progresivamente el presupuesto general que se cuenta para alimentar desde pequeños negocios hasta las empresas más grandes. Como bien indicamos en nuestro símil, los startup y compañías menos indispensables para el día a día de un consumidor experimentan mayores posibilidades de hundirse ante estas olas titánicas de indiferencia de consumo.
Es por esto que, como integrantes del proceso de intercambio que constituye un mercado, tendemos a tomar todo tipo de medidas ante la llegada de esta situación.
Nuestra naturaleza nos lleva a asumir una actitud pavorosa que reduce cualquier esfuerzo por publicitar nuestro producto o servicio, y por ende incrementar las ganancias.
¿Si hay poca actividad mercantil para qué intentar vender? Lo que hay que preguntarnos también dentro de esta situación es, ¿cuántas personas están copiando esta filosofía?
Encuestas realizadas por medio de distintas décadas afirman que las recesiones pueden llegar a ser ese impulso orgánico que nos puede llevar al incremento en ventas. Sin hacer nada extra que no sea sencillamente perseverar en nuestra meta de ser un negocio conocido.
El secreto del por qué se podría decir que es sencillo y evidente. A pesar de que una recesión implica menor actividad en la economía general de un país e incluso de forma global, también implica una disminución agresiva de nuestros competidores.
Si nos devolvemos a la metáfora del mar, hablamos de menos depredadores en el océano en busca de peces.
Podríamos concluir entonces que esta estrategia se apoya en un único factor: el coraje que debemos tener si queremos aprovechar este evento a nuestro favor.
Si bien no habrá tantos clientes como en una economía normalizada o incluso en crecimiento constante, los pocos clientes que haya en cualquier nicho dependen de las pocas personas que puedan ofrecer sus servicios. Sin competencia el éxito está garantizado.
Y como te habíamos asegurado que estas afirmaciones estaban basadas en hechos, aquí te dejamos un poco de historia:
En la década de los 90, MarketSense realizó un estudio cuya conclusión indicaba que la mejor estrategia para una recesión era un balance en el branding, junto a la promoción de las ventas a corto plazo. Marcas como Jif y Kraft Salad Dressing tuvieron un incremento de ventas de 57% y 70% respectivamente, una vez que decidieron incrementar su publicidad durante la recesión.
Transforma los malos tiempos en oportunidades.
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